miércoles

Los conjuros de Stella Maris

Algunos amigos se conocen en un boliche, otros en el cole, o en un laburo de telemarketing.  Nosotras no. 
Un viento de octubre sopló fuerte y nos amontonó en un lugar, por lo menos, raro:
una oficina pulcra, impecable, a metros del Obelisco, que oficiaba de cuartel general de producción de una banda punk, en la que, por motivos largos de explicar, desfilaban trajeados ejecutivos de multinacionales, músicos andrajosos, managers prometedores, dealers módicos, periodistas y esos  aspirantes a celebrity que anticipaban la llegada de la próxima década, la del genocidio neoliberal.
Y ese punto de encuentro era un poco una metáfora del amplio espectro por el cual hacíamos equilibrio en nuestras vidas, el escenario y telón de fondo en el que las tormentas de la edad iban enroscando pulsiones vitales en la cresta de los días, superponiendo luchas de principios, batallas perdidas, trucos de supervivencia, deseos impostergables.  
Ahí el destino me cruzó con un tsunami sensible, una energía femenina inefable, imposible de ignorar: mi amiga eterna, a cualquier distancia,  Stella Maris Lauría. Locutora, artesana, maga pirucha de varita escondida, una ráfaga poética que te ametralla en real time.
También escribe, por suerte, y entonces podemos compartir algunos fragmentos de esos filosos y bellos recortes que pasan por sus labios a toda velocidad, en el espacio libre entre un mate y otro.

El amor se la llevó a NY, pero este texto de Stella que quiero dejarles, lo había escrito un tiempo antes de partir. 
Enjoy:
 

Boedo irrumpió en mi vida cuando casi sin razones aparentes un huracanado deseo me llevó a transitar sus calles. A tus calles. Las calles que transito en un otoño caluriento pesado y húmedo aunque las hojitas igual caen respetando sus ciclos naturales.

Me sumerjo en tus huellas en la hora del tránsito de máximo encendido de los dragones de chapa y motores poderosos de frenos hidráulicos y de densas bocas de smog. Esos dragones urbanos que nos llevan y soportamos al entrar a sus fauces lo natural que es codearnos y soportarnos y convivirnos codo a codo espalda a espalda culo con cintura bultos contra bolsos carteras en los ojos del que está sentado transpiración ajena y propias fundidas sin el menor deseo perfumes prestados hedores compartidos cabelleras como tentáculos y por afuera el tránsito intenso salvaje la dragónica ley del más fuerte. Para avanzar te empujo te devoro te quemo o te sobrevuelo. Bajo en mi parada justo cuando cruza el puentecito de Bartolomé Mitre y Medrano. Tienen un imán las vías en mi ser. Me gusta estar en ese contexto, me gusta la escala de amplitud y de espacio. Las vías allí se convierten en orillas y la energía que hay de un lado y del otro es intensa infinita. Cada lado es un mundo y cada cuadra es un mundo a cada paso, atravieso veloz nuevos mundos que se desarrollan y se deshacen para que renazca uno nuevo como fénix permanente. Caminar por Medrano hasta llegar a Rivadavia es toparse del margen izquierdo con los ventanales de la confitería Las Violetas, se abre una esquina como un ramillete de rosas la suntuosidad  la estética un pálido reflejo de valores de antes, de las armonías 
obvias de los coloridos vitreaux de las maderas nobles lustrosas de los pisos de mármol de los mostradores y expositores de reposterías de la iluminación de los cristales los espejos y una amarilla luz una vitalidad en sus mesitas siempre llenas de parejas amigos grupitos de trabajo gente reunida en la ceremonia del té occidental: la infusión con leche y alguna torta o un tostado. Todos hablan todos comen entre luces y adornos tras el cristal con sus mozos con uniforme imperial. Yo paso caminando a marca viva siempre al borde del reloj pedaleando para no caer de su cuadrante...  y cruzo esa esquina en la que me encanta que esté Las Violetas y en diagonal hay otra gran confitería que ni pretende competir con ella y también se puebla de gente a toda hora para cafés y minutas rápidas y las bocas del subte sobre Rivadavia y el goteo que comienza a caer en verdaderas diagonales por el franco viento que  se abrió de golpe al aparecer por Rivadavia y en el tránsito de esa larguísima cuadra hasta Yapeyú el aguacero cedieron las nubes desbordaron su chorrera como guitarras eléctricas que nos roncanrolearon el alma los pies resbalosos las solapas como flecos los paraguas frágiles inventos y doble en una Yapeyú oscura con comercios que rápidamente cerraron sus puertas. 
Un pelado que salía de una librería al asomarse sale algo de su voz que alude a esperar adentro yo sigo y la calle de golpe estaba despejada oscura con sus árboles las tipas altas antiguas crujientes cruzar la calle fue recibir los latigazos diagonales del agua y una cuadra así llego a la gran esquina de don Bosco con sus colegios de varias manzanas y su capilla entro por la ochava y luego de pasar un hall con su piso damero y sus puertas de maderas y vidrio repartida y escuchar sin parar comentarios de un portero sobre la lluvia me sumerjo en un pasillo oscuro largo con el piso inundado que ladeaba con cancha de básquet cubierta y me gusta ese aire oscuro húmedo amplio en el medio me cruzo con los enormes carros que sus cartoneros tiran con tracción a sangre ellos en refugio yo en camino hacia mi clase, al final de ese pasillo salgo a un gran hall central descubierto con la capilla de fondo y sus naves coloridas encendidas truenos iglesia pasillos solitarios lluvia escaleras gente suelta soy yo una tormenta interior eso me llega conmovedor y bello intenso y comienzo a subir las escaleras en un caracol personal respirando hondo pasando.. Soy toda una esponja sensible inspirada por tus halos tu presencia tu energía tus relámpagos me desafían sin quererlo porque sacuden mis aguas, me diluyen viejas durezas insostenibles se conmueve mi tierra firme de viejas ideologías emparchadas y acéfalas que se hacen barro que su fuerza me llega al punto disparador del cerebro que estimula los excesos líquidos los derrames esos que  humedecen mis poros desde adentro y desbordo en torrentes rítmicos y no, en desbordes irregulares y regulares en cascadas y en encierros en colapsos y en lapsos en parpadeos y huracanes acuáticos que grandes masas de agua huyen por un agujero para aparecer por otros, me siento pura cloaca que remueve mierda y limpia cañerías internas o cuevas secretas interconectadas de mi submundo marino. Todo mi ser en jaque cuando estas emociones despiertan como el dragón de agua que se levanta a fuerza de sacudones del alma que logra conmoverme y despertar al viejo dragón que asoma una vez más en colores turquesas y lilas traslúcidos con su fuego frío hoy viene de aguas glaciales pero su ánima ni siquiera depende del fuego. Comienza a mover los tapones obturadores y sabe conmover las aguas ya mar corrientes el océano se ha levantado surge una vez más mi vida marina tangerina mandarina aladina... mi alma vuelve a volar corpórea pues el agua enciende hídricamente despabila y sobrecarga cada célula en su máximo límite hasta que gotea e invade toma terrenos ajenos y no deja de avanzar la emoción derrama y lo que toca lo abraza amorosamenete sin retener lo humedece y sigue en su avance... las aguas valientes son las que guían las razones. Las aguas cuando se mueven confían en su fuerza innegable e inevitable las aguas se lanzan sin red ni estrategia. Las aguas suscitan.
… pasando por los baños que sé que son de hombres por la inevitable mixtura de meo con naftalina que emana sigo subiendo y algun fumador me regala su humo lejano y en el tercer piso y portazos que produce el viento en las secretarias y aulas y en otro pasillo veo las aulas vecinas profesores al frente alumnos adultos en pupitres pequeñas climas interiores ajenos a al tempestad hasta que llego a mi aula encuentro pupitre contra la pared,  me encanta apoyarme en la pared y no en el respaldo y engancho la clase que recién empieza  y nos sumergimos en el origen de las palabras en nombrarlas y las posiciones de Crátilo Sócrates y Hermógenes y la belleza de querer entender y entender mientras la lluvia y los truenos no nos dejaban escuchar y repetir las ideas y los compañeros que seguían llegando apareciendo tarde dificultados por la lluvia, cuanto más tarde más empapados y la interrupción lejos de molestar era de solidaridad silenciosa, el profesor emocionado cuando entró una adolescente muy mojada casi chorreando con sus babuchas anchas grises la remerita pegada al cuerpo el pelo liquido se quedó mirándola intentamos seguir leyendo y volvió a levantar al vista y agradeció la presencia a clase pese al clima, terminaron siendo muy pocas las bajas por dificultades climatológicas... Y en un pico aún muy alto de lluvia y ruido ambiente se paga al luz un instante... un ahhh generalizado y la naturaleza  sugirió en ese parpadeo que si quiere todo lo puede. Y todo se acomodó veloz a los estándares compartidos.
Cuando finalizó la clase ya sin lluvia salvaje al salir una parte de Yapeyú era una oscuridad absoluta y Don Bosco estaba iluminada yo casi tomo automáticamente por mi caminito de Yapeyú sin que me preocupe la negrura del corte de luz y un grupo de compañeros de tránsito aluden a ir por el camino de luz los sigo sin sentir que hubiera sido peligrosa la opción oscura que creo que  me gustaba, pero los seguí. Hoy la calle tiene una esquina emblemática como Las Violetas que es un símbolo atravesado por billares y supermercados chinos con sus adornos orientales su todo por dos pesos que conviven por igual con  iglesias y hay una larga cola de cartoneros que en la puerta de atrás de la iglesia hacen fila por una ración nocturna de alimento. Uno de ellos nos pide fuego. Pasamos frente a un locutorio y una casa de zapatos chancletas y chinelas negras de goma y fieltro para pies vencidos y usar de entrecasa y una verdulería y el subte con su olor cálido y los kioscos y las minutas que huelen a fritanga poco seductora  y la noche peinada por una mayoría de jóvenes que estudian con sus bolsos largos colgados en diagonal y en zapatillas con los jeans caídos y superposición de remeras y sacos ajustados y mochilas y varones de pelo largo con colita y cigarrillos  y esas ganas imparables de caminar por la noche aunque haya que madrugar. El deseo de seguir en la llama viva en la cornisa desafiando al tiempo y a los que aluden a la vida moderada preguntándoles quien te dijo que quiero llegar a viejo? 
Quiero vivir  hoy al palo, a fondo me quiero tragar la vida sin reparos.
(©) Stella Maris Lauria

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